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  • Foto del escritorFercho Rios

Resident Evil 8 Village, análisis.

La nueva entrega de Capcom apuesta por acercarse a todo lo que ha ofrecido la saga, aunque sin llegar a la excelencia de sus mejores entregas.

Todo parece normal en el inicio del juego, pero uno sabe que eso no va a durar demasiado porque lo que rodea a Ethan Winters, protagonista de Resident Evil 7 y que vuelve a serlo en Village tras el parón por los dos remakes que ha habido por el camino, no es normal. Y así empieza el título, con él, Mia y Rose, la pequeña hija de ambos, en una casa apartada en un pueblo lejano a petición de Chris Redfield. Hasta que aparece él, figura imprescindible en la saga, para asaltar la casa y disparar a Mia. Ethan Winters vuelve a vivir una pesadilla. Otra vez.


Y en medio de todo esto se encuentra Ethan Winters. Aquel protagonista sin rostro que en Resident Evil 7 vivía una auténtica pesadilla y era protagonista, en primera persona, de lo que supone un Resident Evil. Uno puede pensar, y con razón, que más allá de lo especial que es Winters —se desvela en esta entrega—, el personaje no deja de ser una manera de implicar al jugador con la saga. Como si Capcom nos dijera que esta vez no va de Chris, de Jill, de Leo o de Claire; va de ti, jugador, como persona integrada en el universo Resident Evil. De ahí la primera persona, el rostro escondido en todo momento. Porque Ethan era alguien normal en medio de una pesadilla. Que pierde a su mujer y, en esta ocasión, a su mujer y a su hija.


Un pueblo para conectarlos a todos

La aldea a la que llegamos tras un accidente y tras no entender qué ha hecho Chris con nuestra hija nos asedia con todo tipo de licántropos atacando. La violencia y la sangre no se negocia, siendo, como la séptima entrega, un juego crudo. Esta vez, tal y como pasaba con Resident Evil 4, el primer asedio nos invita a bloquear puertas, disparar a enemigos que vienen en manada y escapar hasta que, de golpe, se vayan. Todo un homenaje a la aldea que visitó Leon. Y ahí empieza todo.


Arranca el tren de la bruja

La primera parada, y la más icónica, es la del castillo de Dimitrescu y sus hijas, protagonistas de los mejores tráilers del juego. Es la primera parada de lo que podemos considerar en muchas ocasiones un tren de la bruja: un viaje con sustos, situaciones diversas pero sin tanta coherencia o empaque como otros títulos. Queriendo recrear la Mansión Spencer o la Comisaría de Raccon City, el castillo se organiza con zonas que vamos desbloqueando a medida que avanzamos, y con unas vampiresas que nos van a perseguir en nuestro camino.


La inspiración en Resident Evil 4

La presencia de Resident Evil 4 es constante. Nuestros caminos hacia las zonas principales a través de la aldea nos recuerdan al título protagonizado por Leon. Primero, porque ese terror en forma de una gran cantidad de enemigos que nos asedian está presente en muchos momentos. También la llegada de grandes monstruos en tamaño y contundencia. Es aquí donde Resident Evil Village funciona especialmente bien. La nueva mecánica de bloqueo permite un respiro cuando no tenemos escapatoria, y aunque es fácil ir muy cargado de munición y de armas (podemos comprarlas a Duque, el vendedor, pero también craftearlas con materiales o dar con ella explorando), los enemigos nos acaban superando en número de manera notable.

Cuando Resident Evil Village decide escalar ya en el tramo final, lo hace como lo hacía la cuarta entrega: a través de la acción. Sin entrar en destripes, nos adentraremos en un gran complejo en el que nuestro avance será lineal con rompecabezas sencillos, pero con nuevos enemigos que te sorprenden, te bloquean el camino y te hacen gastar toda esa munición que pensabas era suficiente. Una parte intensa, que te hace estar alerta y que te hace resoplar porque los enemigos son duros, te superan y a veces sólo puedes correr. Se abandona cualquier atisbo de Resident Evil clásico, pero funciona más que bien en la otra cara que tiene la saga, guste más o menos, qué es la acción descarnada: muchas armas, muchas balas… Pero también demasiados enemigos.


Esta entrega canónica de la saga intenta, también, conectarlo todo y dar respuesta a dudas que se nos pueden aparecer a medida que avanzamos. Desde la resistencia de Ethan a situaciones extremadamente violentas, algo que ya vimos en Resident Evil 7, hasta el papel de Chris Redfield, pasando por si realmente este pueblo que parece salido de la mente de Bram Stoker o de la sabiduría popular del siglo XVII tiene alguna conexión con todo lo que se nos ha contado en el pasado en Resident Evil. Con más o menos aciertos, consigue responder a muchas preguntas mientras deja otras en el aire.


Una vez terminado el juego, nos invita a rejugarlo, muy al estilo Resident Evil 3 Remake. Tendremos nueva dificultad que se suma a las tres existentes de inicio, pero la gracia es ir consiguiendo PE cumpliendo desafíos para poder desbloquear todo tipo de extras: armas, munición infinita, diseños, bocetos y otros elementos.


Además, contamos con un modo Mercenarios para desfrenar nuestras mejores matanzas. El funcionamiento es sencillo: equiparnos comprando nuestras armas favoritas y luego, acabar con todo lo que se mueve durante un tiempo concreto mientras conseguimos combos y más puntos extras. Una vez llegamos a la meta, podemos pasar a siguientes áreas para conseguir más puntos. Un sistema que funciona sobre todo por la mecánica de disparos y el control, que es lo suficientemente ágil -dentro de lo que es la saga- para ofrecer buenas dosis de acción. Durante las fases encontraremos potenciadores, distintos tipos de enemigos y entre las áreas podremos equiparnos de nuevo con más armamento.

 

CONCLUSIÓN


Resident Evil Village quería ser el punto de unión entre los clásicos de la serie, la séptima entrega y a la vez recuperar lo mejor de Resident Evil 4. Y es cierto que todo ello está representado a lo largo de una aventura que convence, que gusta, pero que se queda lejos de ser el Survival Horror definitivo. Durante nuestro paso por esta aldea maldita y las distintas zonas regentadas por sus respectivos jerarcas nos encontraremos momentos de terror psicológico, asedios repletos de enemigos, puzles y tensión por no saber qué hay más adelante. Pero a pesar de ello, la sensación es que todo lo que nos ofrece ya lo hemos visto mejor resuelto en otras propuestas de la propia saga. Village es muy buen juego, pero su principal enemigo es la comparación con quienes le preceden. Rompecabezas excesivamente lineales, persecuciones poco desafiantes y algunos altibajos alejan esta octava entrega numerada de las mejores. Y eso no está reñido con que estamos ante un juego que gustará. Porque es intenso, porque sus momentos de acción están bien llevados y porque aunque no es un portento técnico, a nivel de sonido es excepcional y la dirección artística deja lugares para el recuerdo.



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